NUEVAS DROGAS PARA EL TRATAMIENTO DE LEUCEMIA MIELOIDE CRONICA
El 95 por ciento de los enfermos de leucemia mieloide crónica (LMC) presentan una anormalidad genética denominada cromosoma Filadelfia. Esta anormalidad afecta a los cromosomas 9 y 22 que se rompen y cambian de posición. El gen ABL del cromosoma 9 se une al gen BCR del cromosoma 22 para formar el gen de fusión BCR-ABL.
El cromosoma 22 alterado que contiene el gen de fusión se llama cromosoma Filadelfia. La proteína híbrida producto de la fusión BCR-ABL
tiene actividad leucemogénica, ya que su función tirosincinasa se encuentra permanentemente activada.
Desde finales del año 1990, la farmacéutica Novartis identificó el fármaco STI-571, Imatinib, conocido comercialmente como Glivec® como un inhibidor de la tirosincinasa de amplio espectro y rendimiento, demostrándose además que esta fármaco inhibía la proliferación de las células hematopoyéticas que presentaban el gen BCR-ABL. A pesar de que ello no erradicaba las células de la LMC, limitaba de una forma importante el crecimiento de los clones tumorales y reducía el riesgo de la temida "crisis blástica". Esta pastilla naranja, que comenzó a comercializarse en 2001, permitió a pacientes con LMC dejar de lado el interferón por una terapia mucho más amable y efectiva.
Diez años después, en la revista "The New England Journal of Medicine" se publican estudios que confirman el desarrollo de una nueva generación de fármacos inhibidores de BCR-ABL.
Los nuevos fármacos Dasatinib y Nilotinib se emplean desde hace algunos años, cuando los pacientes en tratamiento con Glivec® han dejado de responder o han recaído; sin embargo, las nuevas evidencias se acumulan para que puedan empezar a emplearse ya desde el primer momento del diagnóstico, lo que se conoce como en primera línea.
"Pensábamos que iba a ser imposible superar los espectaculares resultados de Glivec, pero ahora sabemos que son superiores", explica el doctor Francisco Cervantes, médico consultor senior del Hospital Clínic de Barcelona.
Los estudios realizados y presentados recientemente demuestran que los nuevos fármacos, Desatinib y Nilotinib, no tardarán mucho en imponerse al Glivec® para tratar a los pacientes con leucemia mieloide crónica recién diagnosticada, gracias a que son más eficaces y tienen menos efectos secundarios que Glivec®.
Como explica el investigador español, ambos tratamientos logran antes que Glivec® una mayor tasa de respuestas más profundas. Es decir, logran lo que los hematólogos llaman enfermedad mínima residual, que permite al paciente hacer una vida normal con restos tumorales apenas visibles por técnicas de biología molecular. Es decir, ambos medicamentos logran retrasar mejor que su predecesor el avance a la fase aguda de la enfermedad: la llamada crisis blástica, muy resistente a cualquier tratamiento.
Aunque, apunta, habrá que esperar a disponer de resultados a más largo plazo, ya que sólo se ha realizado el seguimiento de un año y medio; frente a los casi once años que ya se tienen de experiencia con Glivec®.
En una de las sesiones del reciente congreso de la Sociedad Americana de Oncología Clínica, se presentaron ensayos clínicos en los que se demuestra que a los 12 meses, en el caso de Nilotinib, que se administró bien en dosis de 300 o 400 miligramos, las tasas de respuestas moleculares eran el doble que con Imatinib (Glivec®), y los pacientes tardaron más tiempo en ver progresar su enfermedad que con la pastilla naranja. Una ventaja que se observó asimismo con dasatinib, que prácticamente duplicó la tasa de respuestas moleculares (de 28% a 46%).
A pesar de todo ello, puede que, como en el caso de los tratamientos con Glivec®, se pueden lograr remisiones a largo plazo, pero no curar la enfermedad. Y es más que probable que con estas nuevas drogas se tope con el mismo obstáculo, aunque la historia de la oncología ha demostrado que estas remisiones pueden convertirse en una '"cura" si se emplean las combinaciones terapéuticas adecuadas. Así que no es de extrañar que el futuro de la leucemia mieloide crónica pase por combinar simultáneamente varios de los herederos de Glivec®.
Por ahora, el único obstáculo para cambiar el tratamiento con estas dos nuevas drogas, es el precio de las mismas. Y podría suceder que Glivec® sobreviva por una cuestión económica más que puramente científica.